Crónicas urbanas
Crónicas urbanas – Compañeras envidiosas
¡Hola, amigos! En estas crónicas, traemos un caso típico de rivalidad entre compañeros de trabajo. A veces fundada, a veces infundaa, la envidia es algo de lo que nadie se salva. Puede ocurrir por cosas importantes o pequeñeces. A veces el motivo de envida está en nuestros ojos y el otro ni se percata.
Crónicas urbanas – El caco
¡Hola, amigos! Aquí les traigo otra crónica de lo que nos pasa en las ciudades. Nunca falta un amigo de lo ajeno que nos haga pasar por situaciones incómodas y hasta peligrosas. En este caso, fueron complicaciones que no llegaron a poner en riesgo la vida de nadie.
Crónicas urbanas – El plomero y la dama
¡Hola, amigos! Las historias de las ciudades son innumerables. Muchas veces afectan a las mujeres en particular. Y es que algunos siguen pensando que somos el sexo débil, sin darse cuenta de que no hace falta fuerza para usar la cabeza.
Crónicas urbanas – Hábitos alimentarios
¡Hola, amigos! Hoy les traigo una anécdota del barrio, de esas que vemos en nuestra vida cotidiana y muchas veces nos hacen reír. Pero el que las sufre es otro, claro. Hay vendedores y hay clientes. Ni los unos ni los otros se salvan de tener sus excentricidades. Los dejo con la historia.
Crónicas urbanas – La culpa es del gran bonete
¡Hola, amigos! Esta edición debió salir a la luz el pasado viernes 13. No crean que soy supersticiosa, pero, por alguna razón, se me pasó subirla. Cosas de la magia… Esta entrada no tiene nada que ver con lo oculto, retomamos las crónicas sobre cosas absurdas que pasan a los habitantes de ciudades. Grandes, chicas y medianas, en todas ellas pasan cosas y la idea es reírnos de nosotros mismos.
En tiempos en que los trámites se hacían en forma presencial, una mujer fue a retirar su tarjeta de débito al banco. Había una larga fila y la mujer estaba impaciente. Había dejado a sus hijos en una clase y tenía que ir a retirarlos un rato después.
Por ese motivo, recurrió a la chica del mostrador, a la amable joven que sonreía a todos los clientes. Le pidió que por favor le permitiera pasar antes que los demás. Fue bastante insistente, porque, a veces, la insistencia tiene frutos impensados.
La joven le explicó que no era posible, porque los asesores atendían con los números que llamaba el sistema y no se podían saltar, además, qué pensarían los otros clientes…
¡El sistema! Siempre el sistema. Cualquier cosa de la que nadie tiene explicación es causada por el sistema. Es perfecto ¿no?, ya que el sistema no puede defenderse. Y si lo hiciera, diría que no tiene la culpa porque él obedece órdenes binarias del programador.
Así que… si el gran bonete no aparece, la culpa es del sistema.
Y la señora esperó todo lo que pudo. Hasta que ya no le fue posible seguir esperando y se volvió a buscar a sus hijos.
Al día siguiente, la mujer volvió al banco y repitió la situación. Esta vez necesitaba hacer rápido por la reunión de consorcio. Es curioso que la gente tiene otras ocupaciones, además de tener que hacer trámites. Así que, la mujer habló nuevamente con la chica del mostrador, muy amable ella, y obtuvo la misma respuesta. Por segunda vez volvió con las manos vacías.
Al tercer día, la mujer ya no tenía urgencias que atender, así que fue tranquila, dispuesta a afrontar la espera que fuere, como un cordero en el matadero. Ya hacía dos días que tenía que hacer retiros en efectivo del cajero automático, por no tener su tarjeta de crédito.
Pasó media hora y la llamaron del box. La asesora comercial la atendió con la cordialidad entrenada de siempre. Cuando la mujer le explicó que iba a retirar su tarjeta de crédito, la asesora le respondió:
—¿No sabía que se entregan en el mostrador de adelante? Cambiamos el procedimiento.
La mujer dio las gracias con los dientes apretados, controlando ese sentimiento que nació quizás en la prehistoria cuando un neandertal no lograba cazar un mamut. Volvió al mostrador y habló con la chica que seguía sonriendo.
—Señora, usted nunca me dijo que venía a retirar su tarjeta. Nuestro procedimiento actual…
Y claro, si no es el sistema, es el procedimiento. Nunca son las personas…
(C) Meg
Crónicas urbanas – La Patria es un símbolo
¡Hola, amigos! Hoy tenemos una historia que puede parecer ridícula o cómica. Lo es, sin embargo, algunos se identificarán con uno o con otro de los personajes y tal vez le encuentren un mayor sentido, algo que va más allá de la simple anécdota y del arte del tatuaje. Particularmente me gustan algunos tatuajes, sobre todo los que hablan de ideas o simbolizan algo. No siempre estamos enterados del verdadero significado y ese puede o no ser un problema. Veamos qué le pasó a esta protagonista.
Crónicas urbanas – Al chef se le perdió un tornillo
¡Hola, amigos! Seguimos recopilando situaciones que nos pueden haber pasado a cualquiera de nosotros. Habitantes de ciudades, contemporáneos de impaciencias, hermanos en la lucha diaria contra la intolerancia y la falta de consideración que se gesta en lugares muy populosos. En este caso, algo que algunos dirán que es un mito y otros, que es la pura verdad. Espero que les guste.
Crónicas urbanas – El poder de la pastillita de «chiquitolina»
¡Hola, amigos! Hoy les traigo otra anécdota sobre las cosas que nos pasan en la ciudad. Lugar abarrotado de gente impaciente, gente que pierde la paciencia o de gente que no tolera las pérdidas de tiempo o las demoras. Lugar donde se exacerba la ley de la jungla y donde, si se puede, se hace uso de ese poder chiquitito que da el ocupar ciertos espacios.
Crónicas urbanas – El dilema de la existencia: dar o no dar luz
¡Hola, amigos! La realidad nos abruma a veces con sus problemas. Y algunos son reiterativos al punto de parecer que no tenemos capacidad de aprender de nuestros errores. Las quejas persisten y uno se pregunta por qué pasa esto. Bueno, aquí les traigo una interpretación, siempre con la mejor onda.
Crónicas urbanas – El lamentable y no tan extraño caso del Sr. Gauna
¡Hola, amigos! Hoy comienza un nuevo segmento que he titulado Crónicas urbanas. Es una recopilación de cosas que han pasado y le podrían pasar a cualquiera. Con esto quiero decir que no se van a encontrar con un cuento con final sorpresivo a la manera de Poe. Se van a encontrar con una historia que le sucedió a alguien y que me lo contó. En algunos momentos el relato linda con la protesta y es así, son casos que seguramente van a indignar a quien lo lea. Sin embargo, no piensen que se van a cargar de mala onda, si hice las cosas bien, también encontrarán un toque de humor o de ironía. Espero haber logrado un equilibrio.