Mes: noviembre 2016
Nos encontraremos en el infierno
Dicen que los que sienten amor van al cielo…
Nos vimos por primera vez sobre un puente. Él llevaba un piloto, llovía copiosamente. Yo llevaba un paraguas al que sujetaba con fuerza para que no me arrastrara el viento.
Apenas nos distinguíamos entre la pesada cortina de agua y cuando chocamos a mitad del puente estuve a punto de tirarlo por encima de la baranda. No fue lo que se dice un encuentro romántico. La lluvia había venido durando varios días y nosotros ya estábamos embarrados, mojados, pegoteados, hartos de ella. Nuestro ánimo lo atestiguaba y si no hubiera sido por ese accidente inminente, nos hubiéramos dicho algunas palabras agrias luego del choque.
Pero el hecho de que casi había causado su ruina total me hizo poner mi atención en su bienestar. Y él estaba tan sorprendido que no atinó a quejarse. Tal parecía que la lluvia nos había aguado la mirada porque yo lo vi como un cachorro mojado y él me vio como una diosa caída de una nube.
Los minutos corrieron como el torrente que pasaba debajo de nosotros, rápido, tumultuoso. Nos encontramos de pronto caminando juntos hacia un banco para apaciguar los ánimos y escurrir la ropa. Un árbol nos cobijó y nos salvó de la lluvia. Un perro salió enojado buscando comodidad en otro lado. Y nosotros seguíamos mirándonos con esa visión aguada y confundida. Me tomó una mano y la acarició. Yo lo dejé hacer. Hice un poco más que eso. En un descuido lo abracé. Nos fundimos en un encuentro cálido y prolongado, como si siempre nos hubiéramos estado esperando.
Un rato más tarde nos tuvimos que separar. Yo sentía el corazón palpitando fuerte, haciendo más ruido que la lluvia. Al alejarnos, los dos nos dimos vuelta a mirar. Comencé a sentir remordimientos por haberme quedado con su billetera y su celular. Él debe haber sentido lo mismo al quedarse con mi pulsera de oro y mi monedero.
Hoy está anunciada lluvia torrencial. Voy a pasar de nuevo por ese puente. Nunca se sabe cuándo habrá alguien dispuesto a devolvernos lo que nos robó. Y si no… habrá que esperar al infierno.
Meg © Todos los derechos reservados
Madero al mar
Como un madero cabalgando las olas,
barco en su naturaleza,
te llevaba la vida.
Sin temor a tormentas… Leer el resto de esta entrada »
De espejos y de ecos – Con este cuento comparto con ustedes mi entrada nro. 100 en el blog. Espero que les guste y gracias por pasar por aquí.
Entraba y salía de los distintos espejos que se encontraban en el local. Algunos cuadrados, otros redondos, otros de formas diversas. Él los probaba a todos antes de venderlos. Los probaba a su manera, metiéndose del otro lado y esperando que la gente pasara delante y se mirara…
La cabezona
Siempre me han dicho que soy muy cabezona. Me he tenido que aguantar sobrenombres como cabeza dura, melona y cocogrande. Pero para mí ser “cabeza dura” no ha sido siempre una pesadilla. Más bien fue algo que me preservaba del exterior.
Normalmente alguien como yo sabe a qué atenerse. Si bien mis días están contados sé que voy a dejar algo en este mundo, mi semilla seguirá y se perpetuará, dejaré mi impronta en algún lado.
Sin embargo, estos últimos días he vivido un horror indescriptible, pero que voy a tratar de contar. Siempre fui bastante seria y sana, se diría que mi espíritu de trascendencia hacía de mí alguien rico, con una plenitud y un contenido que aspira a lo importante, a lo vital. Y me sentía así hasta que apareció este enemigo no buscado, no esperado, sin sentido, que comenzó a horadar mi esencia con paciencia de artesano, dejándome vacía por dentro. Leer el resto de esta entrada »
Mirada verde
Había tenido una mañana tranquila de esas que se alargan en bostezos y cabeza despistada. El jardín se empezaba a beber el sol y una abeja se había alejado de su grupo y andaba dando cabezazos contra el vidrio de una ventana. Tengo pocas flores en el jardín, es una fiesta de verdes más que nada. Me gusta la imagen de hojas de distintas hechuras y consistencias. Leer el resto de esta entrada »