cola en el cajero

Crónicas urbanas – Hace calor… ¿Y qué?

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¡Hola, amigos! Seguimos buscando situaciones que nos identifican como habitantes de las ciudades. A veces son aparentemente ilógicas, pero todo tiene su explicación. Los dejo con el relato.

Hacen 37° centígrados. Es sábado, un poco antes del mediodía. La gente se acuerda de ir al cajero automático a sacar dinero justo a esa hora, porque, como dije, es sábado y los que pueden duermen un poquito más.

Hasta ahí, es la historia de siempre. Los cajeros atestados, muchos ya se han quedado sin plata, por lo que una sola máquina debe dar respuesta a los clientes.

Pero… hace calor, mucho calor.

Llego al banco y, por supuesto, hay cola. Abro la puerta de vidrio y siento la diferencia de temperatura. Afuera hacía calor, pero una brisa lo hacía bastante soportable. Adentro hacía más calor, el calor concentrado de un lugar vidriado, sin aireación y lleno de gente que exhala monóxido de carbono: un invernadero, pero sin plantas.

De inmediato pensé que se estaba mejor afuera y, como ese hallazgo era digno de compartirse, le comenté a la gente de adentro: “miren que afuera no se siente tanto calor, ¿no quieren hacer la fila afuera?”.

Uno piensa que hay una sola forma de pensar, con lógica. Pero la lógica depende también de expectativas, porque ni una sola persona me hizo caso.

Sintiéndome un poco ridícula, me quedé afuera. Disfruté de algo de aire, la brisa en esos casos es una bendición. Y mientras, ya que estaba, reflexioné sobre el asunto. ¿Por qué preferían quedarse adentro pasando calor? Desde adentro podían verme. Yo estaba a la sombra, tranquila, esperando. No les había mentido. Poco a poco fue llegando más gente y se acomodaron detrás de mí, afuera, gracias a que les indiqué que la cola seguía allí.

¿Estarían los de adentro tan cansados que no podían pensar en moverse? ¿Requería demasiado esfuerzo organizarse para salir sin perder el orden de llegada? ¿Pensarían que su espera sería de solo un par de minutos y no valía la pena trasladarse?

La respuesta vino por el comportamiento de la gente de afuera cuando apareció una señora de esas que siempre se meten por aquí y por allí sin pedir permiso, tipo jubiladas, ya sin filtro. La buena mujer se metió por la puerta y parecía que se iba a sumar a la fila de adentro, pasando por alto a todos los que estábamos afuera. De pronto un gran murmullo y agitación “esa señora ¿qué piensa hacer?” se escuchó amenazante.

¡Claro! La gente tiene calor, se pone de malhumor, fastidiosa, pegajosa y de ninguna manera está dispuesta a permitir colados. Que no los hubo, pero podría haberlos habido si nadie hubiera actuado de fiscal de la puerta. Y una cola afuera es un riesgo mortal a la integridad del paciente cliente del cajero, porque no se puede controlar tan fácilmente que nadie se cuele. La paranoia abunda en estas épocas…

En fin… el calor nos trastorna a todos. Yo por suerte no soy planta para meterme en un invernadero. Pero si los demás no tienen problema, respeto su decisión, qué se le va a hacer…

(C) Meg