Crónicas urbanas – Tírenme un cable

¡Hola, amigos! Seguimos con las desventuras de vivir en las ciudades, donde pasan cosas que a veces, de tan lamentables, nos causan gracia. Por lo menos ese es el espíritu con el que vengo haciendo estas crónicas. Espero que lo disfruten.

Tener un buen prestador de cable es una tarea que requiere de mucha paciencia.

Todo comenzó el día que me cortaron el teléfono. Yo tenía teléfono fijo, además del celular. Lo tenía como una medida de seguridad, pensando que, si se cortaba la luz o fallaba la señal del celular, por lo menos tendría comunicación con el exterior a través del teléfono fijo.

Pero, cosas de la tecnología mediante, la empresa de teléfonos consideró que había que cambiar el tipo de cableado o algo así, cuestión fue que, de un día para el otro, me dejaron sin teléfono fijo.

Claro, ¿vieron que cuando falla un aparato, comienza a fallar otro? Dicen que es así y lo he comprobado. Porque al poco tiempo de no tener teléfono fijo, la conexión a internet comenzó a dejarme colgada.

Uno mas uno, son dos, la mayor parte del tiempo. Así que, con toda la pereza del mundo, comencé a indagar en prestadores de cable e internet para reemplazar lo que estaba fallando.

Y conseguí la conexión nueva en tiempo récord. Solo que… no todo lo que brilla es oro. Se arregló mi problema de telefonía, también el de Internet, pero ahora tenía problemas con el cable de televisión.

¡Qué cansancio!

He pasado horas de mi vida surfeando de contestador en contestador, apretando botones para decir “presione 1 si es cliente, 2 si no lo es”, “presione 1 si tiene un problema de cable, 2 telefonía, 3 si es Internet” Faltaba el ¡4, si es cerebral! Y así, de menú en menú, engordaba mi paciencia, hasta el glorioso momento en que lograba que me atendiera un operador humano.

Pero el problema con los operadores es que unos saben de facturación, otros de problemas técnicos y nunca se ponen de acuerdo. Es más, ni siquiera los técnicos coinciden en sus diagnósticos y cuando no saben te derivan.

No quiero exagerar, pero pasé tres meses antes de que me solucionaran el problema. Tres meses de lidiar con el contestador automático, de registrar casos de queja y ser atendida por seres que, por lo menos, no estaban suficientemente capacitados para hacer atención técnica.

No desistí de la compañía porque la Internet funcionaba bien y eso, en tiempos de teletrabajo, es fundamental. Pero el cable… el cable… el cable lo necesitaba yo.

(C) Meg