Pasatiempo
Tenía como pasatiempo leer las chapas de las patentes de las motos que todos los días estacionaban frente al edificio donde trabajaba.
No era realmente un pasatiempo. Solo era algo que obligadamente le nacía. Alguien diría… un toc.
Un día, decidió que podía adivinar las características del conductor solo por las tres letras de la chapa. Entonces se lo empezó a tomar más en serio y cada vez que bajaba de la oficina les pasaba revista.
Así fue que encontró una que le hizo acordar al nick de un amigo. Lo llamó y le contó. Su amigo se rió de su afición y la retó a encontrar una patente con la cual le gustaría salir a dar una vuelta en moto.
Pasó días y semanas anotando en su celular las patentes. Feo, Sol, Pan, Kis, Mar, Gil, Yes… En eso estaba cuando apareció una nueva. No era de las que estacionaban todos los días: Bcm. Cierto es que el dueño de una moto no tiene ninguna injerencia en las tres letras con las que va a ser identificado. Pero ella sintió que por algo a esa persona le había tocado en suerte esa que a ella le gustaba y que era ella la única que lo había descubierto.
Al día siguiente bajó muchas veces a la calle. Quería estar presente cuando llegara Bcm. Ese día, sin embargo, no tuvo suerte. Tuvieron que pasar varios días para que se produjera el encuentro. Al ver aproximarse a la moto en cuestión, ella se quedó cerca del espacio libre donde seguramente estacionaría.
Unos minutos después se revelaba el misterio. Un señor bastante bien parecido se quitaba el casco y lo acomodaba sobre el manubrio ajustándolo con una cadena con candado.
Ella lo miró. Él parecía no haber notado su presencia. Así que cuando ella se aproximó para besarlo, él estaba completamente ajeno a lo que iba a ocurrir.
Un momento después el hombre sonreía mientras le decía que no era la primera vez que le hacían ese chiste. Ella quedó un poco desencantada con la reacción. Así que inmediatamente se dirigió a a su oficina, malhumorada.
Varias veces se cruzaron en el palier del edificio. Ella juraría que el hombre llevaba marcas de besos de mujer en el cuello. Ya no se atrevía a abordarlo, ni siquiera lo miraba de frente.
Un día cualquiera, saliendo de la oficina, se tropezó con un hombre que bajaba de su moto. No llegó a visualizar la patente. Pero sin querer fue el comienzo de una hermosa historia. Cuando vio la patente no podía creerlo: QRM.
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