Crónicas urbanas – El plomero y la dama

¡Hola, amigos! Las historias de las ciudades son innumerables. Muchas veces afectan a las mujeres en particular. Y es que algunos siguen pensando que somos el sexo débil, sin darse cuenta de que no hace falta fuerza para usar la cabeza.

Sabido es que las mujeres estamos en desventaja cuando se trata de hablar con los profesionales que prestan servicios de reparación a domicilio.

En este caso, en mi casa tenemos un sistema de agua que es bastante trabajoso, ya que por falta de presión de agua se instaló una cisterna bajo el nivel del piso que, luego manda el agua al tanque gracias a una bomba.

La susodicha cisterna tiene un caño que absorbe el agua para subirla. En el extremo del caño hay una pieza pequeña, una válvula que hace las veces de filtro y de cierre, para que la columna de agua vertical no se vacíe y luego, cuando la bomba vuelva a arrancar, vuelva a succionar sin problemas.

Pero claro, una es mujer y, por ese motivo, para los profesionales hombres, no tiene la formación necesaria para discutir algo vinculado con la física…

Le dije cuatro o cinco veces que revisara el mecanismo ese. Cuatro o cinco veces me dijo que el problema no estaba allí. Su teoría era que el caño que iba por debajo del piso estaba pinchado y por eso no hacía vacío y no chupaba el agua la bomba y nos quedábamos sin agua.

Cuestiones técnicas aparte, el hombre se ofendió por mi insistencia. ¡Claro! ¿Cómo no iba a insistir si su propuesta para arreglar el problema fue romper todo para poner una cañería nueva? ¿Cómo no iba a insistir si ya llevaba varios días sin agua?

Pero el buen hombre no contaba con algo. Soy mujer, soy observadora y soy insistente, lo reconozco. Por ese motivo le dije al buen señor que lo iba a pensar. Quizás supuso que en mi desesperación por volver a tener agua iba a hacer lo que él sugería, sin chistar. Claro, me hacía falta el agua, ya estaba podrida de bañarme con un balde y un jarro, de juntar agua para calentar en la olla y lavar los platos o para echar en el inodoro. Pero no se puede comparar esa molestia con la de ver que te rompen la casa y que nunca la vas a poder dejar arreglada como estaba antes. Por eso, acto seguido, me dediqué a buscar a otro plomero.

La suerte quiso que me recomendaran al tío de una vieja compañera de escuela. ¡Gracias a Dios! Me mandó a un compañero de trabajo que revisó de nuevo todo el circuito. ¿Y saben? ¡El problema era esa pequeña pieza que a veces se trababa!

Como soy mujer, a veces pienso los problemas de manera femenina, si es que existe un pensamiento femenino. Tal vez no. Tal vez sea solo un pensamiento que los hombres no esperan o tal vez algunos esperan que nosotras no pensemos.

(C) Meg