El retrato

¡Hola, amigos! Esta entrada participa del reto del mes de El tintero de Oro, de David Rubio. En esta ocasión se trata de llevar una escena cinematográfica a la prosa. El procedimiento se llama novelización y se ha usado mucho con películas que luego fueron convertidas en novelas. Nosotros en hasta 250 palabras tendremos que intentar narrar una escena. Veamos cómo me fue con esta escena de Titanic, una de mis favoritas. ¿Recuerdan cuando Jack dibujó a Rose? ¿Cómo lo podría haber relatado ella?

Jack me invitó a recostarme sobre la chaise lounge. Comencé a despojarme de la ropa, mientras él preparaba sus lápices. No sentía vergüenza con él, Jack era mi espacio seguro para ser yo misma, un espacio sin juicios ni reproches.

–Quiero que me pintes como pintaste a tus modelos francesas.

Al volverse, su rostro se iluminó y la sorpresa se tradujo en una sonrisa juguetona. Ya amaba a ese hombre que me hacía sentir que había otra forma de vida que realmente valía la pena.

El corazón del mar sería mi único atuendo, un corazón profundo, insondable como los amores que duran toda la vida.

Él ya estaba delineando unos trazos sobre el papel. Traté de imaginar qué líneas de mi cuerpo lo estaban ocupando en cada momento. Primero se dedicó a mi cabello y luego puso sus ojos en los míos con la seriedad del profesional. Pero una línea de pasión se asomó a sus labios cuando retocaba mi boca. Esta boca con la que decía su nombre adorado y la misma con la que le decía que le estaban subiendo los colores a la cara.

¿Cómo no sentir que cada sutil trazo se deslizaba por mi piel? ¿Cómo no sentir que mi respiración se hacía más y más profunda? Ahora la línea de mi vientre, ahora la línea de mi pubis. Y el pecho, que guardaba el tesoro de la pasión contenida, se expandía mientras una corriente se enseñoreaba de los pezones que, sedientos, delataban mis pensamientos.

(C) Meg