Películas populares – Karate kid o ¿se aprende solo lo que nos enseñan?
¡Hola, amigos! Les traigo hoy otra de mis películas favoritas. Parece mentira que hay películas que uno no se cansa de ver. Y cada vez traen algo nuevo, vuelven a sorprender. En este caso se trata del maravilloso vínculo entre un maestro y su aprendiz. ¿Puedo decir alumno? Mmm… ¿Saben qué? Les voy a contar algo. Resulta que en algunas clases universitarias, en materias de Pedagogía, para ser más exactos, me dijeron que no usara la palabra «alumno» porque significa «persona sin luz propia». De allí que se use educando, estudiante y otras terminologías más de moda y actuales. Pero heme aquí, a punto de escribir una introducción y por esas cosas de la Internet, con tanto conocimiento a la mano, se me ocurrió buscar una explicación mejor fundamentada para comentarles y me encontré con que lo de «sin luz» ¡es un fiasco! Sí. Al parecer «alumno» es una palabra de raiz latina y significa: persona criada/alimentada por otra. La RAE nos dice: «Del lat. alumnus, der. de alĕre ‘alimentar'». Lo de «sin luz» proviene de una mescolanza entre el griego «a» que significa sin, y «lumno» que en latín es luz.
En fin… cosas que se van aprendiendo y que ilustran la idea de que siempre hay algo más que no sabemos y que hay que tener cuidado de no tomar como ley lo que nos enseñan.
Los dejo con mis divagaciones sobre la película.

Hay días en que uno siente que le falta tanto por aprender que no le va a alcanzar la vida. Algunos quisieran volver a la escuela, otros quisieran haber tenido otros maestros. Pero ¿aprendemos solo gracias a los docentes?
Hoy volví a ver Karate Kid. Ahora hay dos versiones. Las dos tienen lo suyo, pero decidí ver la antigua de 1984, por la diversión de ver películas de los 80s.
La versión ochentosa nos presenta a un chico que se muda junto a su madre a otra ciudad dentro del mismo país. Y es que las mudanzas son situaciones complicadas y estresantes. No importa que sea a un barrio próximo o a otro país.
Hay varios puntos que siempre me hacen reflexionar en la película. Para empezar, me gusta la idea de que podemos encontrar un maestro en cualquier persona que nos rodea. De hecho, aprendemos de todo el mundo, aún sin darnos cuenta. Cuando repetimos una frase escuchada, cuando copiamos una actitud, cuando elegimos siguiendo un argumento escuchado. Los maestros no se encuentran solo en las escuelas. La vida es una gran escuela y somos alternativamente estudiantes y maestros, aunque no estemos conscientes de ello.
Más allá de la filosofía que imparte Miyagi cuando le dice en su castellano imperfecto: “si toda vida tener equilibrio, ser mejor”, con sus acciones, con su “plan de estudios” le está dando a entender algo importante, también. Al cuidar de su casa, de su auto, le hace adquirir la resistencia, la fortaleza física que el joven Daniel necesita como entrenamiento. Es decir, más allá del ejercicio por el ejercicio mismo le está dando una utilidad a lo que hace. A mí me gusta eso. No soy de las personas que se pueden pasar horas ejercitándose para lograr un cierto estado físico. Y el cuidar la casa, un símbolo muy fuerte, es una propuesta interesante.
Al principio, Daniel no entiende lo que está haciendo. Se rebela en cierto momento y plantea abandonar. Es claro que seguir las órdenes, sin saber para qué se hace lo que se hace, es algo que poca gente puede tolerar. Aquí se observan rasgos de una educación tradicional y un poco anticuada, en la que el aprendiz debe seguir ciegamente las órdenes. Todo se aclara cuando el maestro le explica lo que ha estado haciendo. Cabría preguntarse si hubiera obtenido mejores resultados planteando de entrada qué se haría. Cuestiones de didáctica que no alcanzo a dominar. Pero lo que sí rescato es que Miyagi necesita que Daniel confíe en él. Y eso es muy cierto, sin confianza, no se puede lograr un aprendizaje. Y esto es algo que se ve mucho en las escuelas, hoy en día. Los padres antes idolatraban a los maestros, ahora los denigran. Muchos chicos ven anticuados a los educadores y sus padres a veces profundizan eso, no les tienen confianza. Un tema para largo debate.
Volviendo a la película, el karate se presenta como una defensa, no un ataque. Y Miyagi consigue que el enfrentamiento se de en un ámbito deportivo, con reglas claras. Si no se puede evitar pelear, que se sigan las reglas, por lo menos. Eso es lo ideal.
Pero vamos a la pregunta del título. Daniel ¿siguió solo las enseñanzas de su maestro? ¿Sus logros fueron fruto de una confianza ciega y autómata? Una vez que entendió la importancia del entrenamiento, pudimos verlo a él solo, fuera de horario escolar, buscando equilibrio sobre un bote, en el mar, sobre un pilote. La posición de la grulla fue producto de su espíritu de superación. Allí no intervino Miyagi más que como inspiración.
Y es que un maestro, por mucho que se esfuerce por motivar a sus estudiantes, no puede reemplazar esa fuerza interna que es necesaria para dejarlo todo en el intento. A veces reclamamos motivación, ingenio y no sé cuántas cosas más de los docentes. Pero si falta esa chispa de deseo en el que aprende, hasta el mejor maestro fracasaría.
Hace un tiempo se comenzó a utilizar la palabra “facilitador” para designar al rol de los docentes. Y podemos estar más o menos de acuerdo con ella, pero creo que refleja acertadamente que la cosa no es tan fácil, hay un esfuerzo que es tarea del que estudia, el docente puede facilitar métodos, motivar en parte, plantear problemas o desafíos, pero no nos equivoquemos, el que suda es el estudiante, el que debe pasar horas para llegar a dominar una fórmula, una estructura gramatical, o una técnica es el estudiante.
Esta película siempre me hace emocionar. Será que me hace volver a sentir algunas cosas de mi época de estudiante, será que recuerdo haber tenido algunos maestros de excelencia o será que todos deseamos tener esa fortaleza, ese espíritu para luchar contra las adversidades. Algunos mejor que otros podrán imaginar o sabrán por experiencia que tienen por delante ciertas luchas. No serán karatecas, serán enfermedades, problemas familiares o lo que sea. Y Karate Kid transmite una búsqueda de equilibrio y una dedicación que son contagiosas. Daniel logró el título, pero lo más importante fue su transformación, su aprendizaje, su camino. Otra vez, la película nos muestra una transformación demasiado rápida, en dos meses logró lo que a cualquiera le tomaría algunos años, pero eso es parte de la magia del cine.
(C) Meg
21 noviembre, 2021 en 7:22 pm
Solo puedo decir que sobreviví a los ochenta practicando la grulla de Karate Kid.
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21 noviembre, 2021 en 7:32 pm
Habrá requerido mucho esfuerzo, entonces! Un saludo
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23 noviembre, 2021 en 5:10 pm
Supongo que estarás enterada de que existe, yo la he visto, una serie en Netflix que se llama Cobra Kai con los actores principales de la película menos el que hace del maestro Miyagi que murió hace unos años. Es una serie desmitificadora de las películas treinta y pico años después. Daniel es un tipo obsesionado y algo soberbio y su antagonista de entonces, el rubio Johnny, una persona con una vida triste y poco esperanzadora. El único que permanece estable en su maldad es el antiguo líder del Cobra Kai.
Un abrazo
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24 noviembre, 2021 en 12:42 am
Hola, Dr.! Sí, vi la publicidad de Cobra Kai. Pero no me atrajo. Supongo que es porque ya no se ve al viejo maestro y da la impresión de que la película gira más en torno de la violencia. Prejuicio, obviamente, porque no la vi. Uno de estos días la veo. Espero que no borre mi buen recuerdo de la otra.
Un abrazo
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25 noviembre, 2021 en 6:52 pm
Qué sorpresa con tu entrada pues hace poco vi la película que siempre me emociona. Cuántas enseñanzas has sabido sacarle, sí es verdad que la chispa tiene que estar en el que aprende porque de lo contrario el mejor profesor fracasaría. Para ello los profesores tienen que estar en continua adaptación a los nuevos tiempos, otros métodos, diferentes lenguajes. Y por supuesto que la gran escuela es la de la vida. Me ha encantado, Meg.
Un abrazo!
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25 noviembre, 2021 en 11:29 pm
Muchas gracias, María Pilar. Me alegra que se haya dado esa coincidencia y que hayas podido contrastar los comentarios con la película. Un abrazo
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26 noviembre, 2021 en 11:45 am
¡Hola, Mirna! Jo, ¡puros ochenta! Una película que tengo un tanto olvidada, salvo aquel «dar cera, pulir cera». En cuanto a tus reflexiones creo que opino igual. El aprendizaje no deja de ser bidireccional entre profesor y alumno. Un alumno ceporro, será un ceporro con independencia de la calidad del profesor. Simplemente porque su interés y neuronas no van por ese camino. Un profesor ceporro jamás hará interesante su materia ni logrará despertar lo más fundamental que debería enseñarse en los colegios: la curiosidad. Un alumno curioso, siempre será un buen alumno y sobre todo siempre buscará el conocimiento.
Es cuando se junta un profesor de vocación y un alumno curioso cuando se logra la perfección, cuando se consigue que la semilla dé su fruto. Creo que el mejor ejemplo es la relación entre Sócrates y Platón. Un abrazo!!
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26 noviembre, 2021 en 7:22 pm
Hola, David! Síii. Estoy volviendo a ver películas de antaño. Las que más me gustaron. Muchas gracias por dejar tus impresiones. Coincido en que la escuela debe alentar la curiosidad. Eso es fundamental para aprender. Un abrazo!
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