Retratos – La cuidadora
Una tarde apareció en la pensión. Carmen venía a cuidar a la viejita de la tercera pieza. Traía consigo la juventud y alegría propias de alguien que sabe afrontar la vida sin pesares.
Se hizo muchas amigas en la pensión, ella era todo risas. Las vecinas la saludaban y se enganchaban en largas conversaciones que hacían las delicias de todas. Poco a poco, se ganó la estima hasta de los dueños de la pensión.
Se hizo amiga, incluso, de los dueños de los locales a donde iba a comprar las provisiones que necesitaba su empleadora. Siempre había alguno que le guiñaba un ojo.
Hizo tantos amigos que cada vez demoraba más en volver a la pieza. Salía a buscar comida y parecía que daba la vuelta al mundo. También empezó a llegar tarde, irse más temprano, como una suerte de compensación a la dura tarea de cuidadora. Le decía a su patrona, que estaba en la cama sin poder moverse, que salía a buscar galletas y, luego, no volvía hasta el otro día.
Hasta que llegó el día en que la dueña de la pensión le encargó que cuidara a su marido. Y ese trabajo se lo tomó tan en serio que se olvidó por completo de la viejita. Se despidieron con un poco de lástima y de pena.
Hoy falleció el marido de la dueña de la pensión. La cuidadora quiso volver a su anterior empleo. Le recordó los buenos tiempos en que reían juntas y formaban palabras con la sopita de letras. La viejita lo pensó un momento y luego le dijo que no, porque había encontrado a alguien que no reía tanto, pero no se la dejaba olvidada a la vuelta de una esquina.
2 octubre, 2019 en 9:32 am
Yo opino que la conducta de la cuidadora no fue leal para con la viejita. Cuando alguien asume una responsabilidad, especialmente si se trata de cuidar a alguien, debe asumirla hasta el final.
Más vale una persona fiable que una persona muy simpática.
Un abrazo.
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2 octubre, 2019 en 10:08 am
Gracias, Josep. Es cierto lo que dices, es como el dicho: «no todo lo que reluce es oro».
Un abrazo
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9 octubre, 2019 en 10:34 am
Aunque parezca duro para la cuidadora, opino como Josep Mª, la protagonista es una persona alegre y que empatiza muy fácilmente, pero algo irrespondable porque la pobre viejecita se quedó tirada y eso luego le pasó factura.
Genial relato, me ha recordado a una de esas fábulas que tanto se contaban antaño.
Un beso.
P.D. ¿Cómo puedo seguir tu blog? Me hago un lío espantoso con WP. Hace tiempo hice algo para apuntarme (creo que fue en la casilla que aparece abajo «Recibir nuevas entradas…»), pero o lo hice mal o no funcionó, porque ni recibí notificaciones ni nada. En fin, torpe que es una, siff.
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11 octubre, 2019 en 4:59 pm
Gracias, Kirke. Me alegra que te haya gustado el relato. Desde la pàgina principal deberìas poder seguir el blog. Cualquier cosa avisame
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