Retratos – La amiga de los muertos
Tocaron, temprano, a la puerta de la vecindad. Una de las habitantes, en bata y chancletas, salió a abrir. El que llamaba era un empleado de la compañía de cable preguntando por la señora García.
─Esa señora no vive acá ─le aseguró la portera, acomodando su ropa, coqueta.
─Pero esta es la dirección que dio. Y aquí se instaló el cable.
─Yo no sé nada, señor, esa señora no vive acá, ya le dije.
Esa escena pasó dos veces más. Hasta que se volvió un juego abrir la puerta, a ver si aparecía el señor de la compañía de cable. Las vecinas se turnaban para abrir la puerta, porque querían saber qué estaba pasando.
Un día se supo. Alguien, de una pensión vecina, habló con alguien de esta. Y, como suele suceder, esparció la historia de Matilde, la señora del “C”, que tenía un amigo en el cementerio, quien le daba los nombres de muertas recientes, para que contratara el cable. Después de tres meses de usar el servicio sin pagar, se lo daban de baja y volvía a repetir todo el asunto con el nombre de otra muertita.
La historia de Matilde corrió como reguero de pólvora. Las vecinas cuchicheaban cada vez que ella pasaba hacia la cocina. Matilde miraba para adelante, sabía que hablaban de ella. Un día se paró en la mitad del patio y les retrucó: “Ya es bastante malo vivir a costa de los muertos, ¿quieren que lo haga a costa de los vivos?”.
Las mujeres se dieron media vuelta y se metieron en sus habitaciones, cual topos indignados con la luz. Ninguna de ellas estaba libre de haber intentado alguna vez sacar una ventaja de una vecina.
10 agosto, 2019 en 8:07 am
Menudos vecinos más aprovechados. buen y divertido micro.Un abrazo
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10 agosto, 2019 en 1:09 pm
Muchas gracias, Mamen. Un abrazo
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